viernes, 8 de abril de 2011

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Preámbulo.

Las comúnmente llamadas películas no son más que el simple producto del ensamble entre un sonido que responde a una serie de imágenes, las cuales por un fenómeno perceptivo llamado persistencia retiniana, dan la impresión de movimiento (a esto bien se le puede llamar audiovisión pues nunca están aislados sonido de imagen o viceversa). Éstas imágenes, acomodadas con o sin un órden lógico pero adquiriendo un carácter narrativo a veces tienen tal fuerza dramática que provocan que el cuerpo empiece (tal vez inevitablemente) a segregar a través de los ojos un líquido producido por el proceso corporal de la lagrimación para limpiar y libricar el ojo, y, dado que culturalmente el llanto -es decir la pura forma- es la tristeza (y no hay otra manera de estar triste que llorando) debe evitarse lo más posible para no vulnerarse frente a otros y que éstos se aprovechen del desarmamiento aparente que ocasiona lagrimar por un periodo que exceda los siete segundos normales de un bostezo.

Si las siguientes instrucciones no dan resultado, se recomienda fingir una llamada telefónica si se tiene un teléfono celular y la posibilidad de salirse, si no, cambiar de superficie de proyección.

De la gran pantalla blanca a los iris tristes de la mujer de junto, la única área reflejante que supera a la pantalla matte al frente de la sala, en ésta se pueden ver la película y las reacciones de la persona, así como también se puede tener una visión de reojo del resto de su rostro mientras llora.


A continuación, instrucciones para contenerse y evitar tan vergonzosa evidencia de sentimentalismos.

Nota. Si usted destá leyendo esto seguramente necesitará algunos pañuelos desechables y/o la manga de un sweater de preferencia una o dos tallas más grandes.