lunes, 12 de diciembre de 2011

No son celos


Para algunos psicólogos, los celos son una empresa patológica, una reacción incorrecta ante situaciones que podrían ser meras construcciones imaginarias. Pero, reconozco que cada vez que pretendo detener el impulso enajenado de observarla, es ahí cuando la locura se desata. Todavía y a pesar de eso, no me considero un verdadero celoso.
El celoso profesional dedica su vida entera a rastrear al personaje causante del desasosiego. Un hombre dolido común sólo regresa esporádicamente a los lugares que ella frecuentaba con la esperanza oculta de volverla a ver. Peor aún, el hombre dolido común fantasea con encontrar a su mujer (o ex mujer) en una situación comprometedora.  Involuntariamente (el celoso y el dolido, en común), desean terminar de canalizar toda su frustración en un torbellino de cólera con un pretexto que pudiera hasta justificar un homicidio.
 Un celoso profesional se escabulle discretamente y hace a los otros preguntas abiertas con respuestas que puedan contener información necesaria para seguir enlazando eslabones.  No acepta a la primera aquello que contradiga a su teoría paranoica, y, además, da por hecho cualquier indicio que la afirme. El celoso forzosamente es creativo, un talento nato para imaginar y asociar hechos. El potencial necesario para construir y desarrollar un cuadro de celos es similar al necesario para controlar una operación espacial. En cambio, el hombre dolido espera, sólo espera. Lo único que tiene a su favor es el autocontrol, pero hasta eso es contraproducente. Mis propios terapeutas han dicho que mi virtud resulta mi defecto. Puedo esperar por siempre.
Los celos del otro son, además, un fruto irresistible. Más aún cuando el que pretende encelar lleva un dolor profundo, un dolor inexplicable, que no ha resuelto ni resolverá hasta devolver el daño.  
Una fiesta en casa. La música tiene el volumen necesario para llevar al trance eufórico, la energía de todos se desdobla, el sonido de las carcajadas provoca en la mayoría una sonrisa. Menos en ella. Ensimismada, busca atención a toda costa. Mi atención. Ser odiado por alguna razón es doloroso, pero mucho peor es ser ignorado, estar presente sin estar. Es una forma anticipada de estar muerto. Hace más de diez meses que terminamos nuestra relación: un cuento entrañable con un final delusorio.  Ahora bebe de prisa demandando atención, ideando la manera perfecta de causar dolor. Según Lacan toda demanda es, en última instancia, una demanda de amor. Su demanda de atención es en sí misma una demanda de amor, un alarido iracundo que busca eso que no puede encontrar en ningún lado. Yo sólo puedo verla desde lejos alejarse más y más. Mientras, trato de buscar en mi lo que quede de amor propio.
El neurótico es alguien que no logra conectarse con su deseo, alguien que no sabe lo que quiere. Me identifico más con el neurótico.
Cuando vuelva a casa lo verá, seguro lo verá.
Por lo menos permanecemos ahí. En un gesto de enredo, como queriendo abarcar toda la extensión de nuestro ser. Estamos ahí, inmóviles, estáticos. En esa foto que nunca me gustó pero que a ella le parecía nuestro mejor retrato. Encerrados en una cuadrícula de madera y detrás de un cristal transparente.
Nada nos separará.









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No son celos by César Reynaga is licensed under a Creative Commons Reconocimiento-CompartirIgual 3.0 Unported License.

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