jueves, 12 de julio de 2012

Sobre revolución.



Accidentalmente, como todos los demás, crecí en una generación donde la palabra "revolución" se había usado tanto que careció de sentido. En el país del PRI, el país donde fue (y sigue siendo) posible hacerse millonario en nombre de la revolución, no hay palabra más prostituida que revolucionario. Lo curioso es que siga usándose y no sólo por los partidos.

   La palabra tiene su origen en el verbo latín revolvere, ‘volver a girar’, cuyo participio pasivo es revolutum, palabra de la cual se derivió, en el latín tardío el substantivo revolutio. En otras palabras; se origina del verbo volvere ("volver") y con el prefijo re,  "volver de nuevo". 

   La mayoría de nosotros hemos tomado ejemplos de las imágenes románticas de revoluciones pasadas, hemos sido conmovidos por narraciones de los movimientos contraculturales de finales de los 60´s y hemos decidido que sería paradójico que imposiciones antidemocráticas sucedan en la era de las caricaturas políticas sin censura, de las chichis en la tele sin censura, y de de los pendejos y chingados sin censura.
No es coincidencia que una gran parte de la población dirija sus ojos a esta incipiente revolución por que solemos dirigir nuestra atención a todo aquello que es susceptible a la transformación. Su atractivo, además, encandila a varias generaciones. ¿Cómo no soñar con reformar el sentido de la historia, y desatar la equidad que distribuya entre todos, además de justicia salarial, estímulos del arte y la cultura?

    Vivimos una era dicotómica: Por una parte, todos son peñistas o pejistas -y por consecuencia, unos u otros tienen una venda en los ojos que no les deja ver la verdad (cada quien tiene la suya)- Aunque todos percibamos el olor a injusticia. 
Por otra parte, por el justificable amor a nuestra historia... Villa y Zapata siguen vivos en el alma de todas las consignas. Viajamos a ese pasado de ficción que nos enseñó el cine: de él aprendimos la euforia y el amor al riesgo. Vivimos pues, una filia a la memoria con bríos de transformación hacia el futuro.  Claro, ¿Qué lugar es más seguro que el inamovible pasado?
                                                                                                      
   Entre carteles y gritos, otra palabra se vuelve protagonista: Utopía. Es innegable que marchando en multitud, saltando, repartiendo flores, recibiendo aplausos; la utopía cobra vida. Éstas utopías surgen cuando el presente se vuelve insoportable y despunta en el horizonte humano la posibilidad de cambio. Si la dichosa palabra tiene tanto peso en nuestro movimiento, vale la pena conocer su raíz:  Viene de ouk-topos: ningún lugar. Con ello se quiere indicar un «lugar que no existe en ningún lugar»; apunta hacia un carácter fantástico, ideal, irreal, de presencia ausente, de algo que no tiene lugar en el mundo. Entonces, ¿Nuestra lucha tiene un carácter fantástico? Sin duda (con ello no quiero decir que sea una causa perdida).

   Puedo afirmar que la lucha se mantiene en pie porque muchos hemos encontrado una salida a nuestro tedio... muchos hemos encontrado sentido.
¿No son acaso la expansión de la industria del ocio y el consumo de drogas, por ejemplo, claros indicios de la propagación del tedio?
Nuestro tedio no está ligado a necesidades reales, sino al deseo. Y no un deseo cualquiera, sino al deseo de experiencias.  La experiencia se vuelve, entonces, lo único -interesante-. Hoy en día solemos atribuir más importancia al hecho de que algo sea -interesante- que al hecho de que tenga algún -valor-.

    El problema es que la tecnología moderna nos convierte en espectadores y consumidores cada vez más pasivos y en participantes cada vez menos activos. Lo que nos acarrea un déficit de sentido.
Ésta causa se volvió una oportunidad para despertar del letargo y volvernos activos, una oportunidad para olvidar la gravísima contradicción de ser millones y cada vez estar más solos, una oportunidad invaluable para sentirnos vivos.

    No descalifico, por supuesto, las causas por las que el movimiento nació y ese otro tedio producto del hartazgo hacia la falsedad y la injusticia, pero creo que esta lucha no tendrá una fecha de caducidad próxima por que nos ha regalado sentido y nos une en un sueño que soñamos con los ojos abiertos : La revolución.

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Mujeres

El misterio es el alma de una obra de arte, es por eso que las mujeres tienen ese aire divino: Son obras de arte inconclusas.

lunes, 19 de marzo de 2012

Suerte?



Nunca creí en los calendarios, no creo en la influencia de los ciclos cósmicos y la astrología me parece una pérdida de tiempo. Tampoco creo en los amuletos. Me cuesta creer que sea posible predecir el futuro pero a veces me atrevo a vaticinar amaneceres hermosos. 

Tengo una fantasía fincada en cimientos inciertos, pero, ¿no es acaso esa la materia prima de los sueños?
La mayoría de las decisiones que tomamos nacen de impulsos, de pasiones, de una cierta atracción mágica (y visceral) que se puede llamar intuición. 

La única manera de saber si la decisión fue correcta es tomándola y seguir adelante. No hemos vivido más que una vida y no hemos tenido más que esa oportunidad. Es posible recuperarnos de perderlo todo en una apuesta grande, pero nunca nos podremos reponer de la muerte. 

¿Por qué entregarlo todo? El primer motivo es quizás un impulso diabólico comparable con la gravedad: el vértigo de la caída y la caída misma son paradójicamente bien recibidos. Dejarnos caer es parte de nosotros, así nos enamoramos (apropiándonos de la forma Fall in Love de los angloparlantes). El segundo motivo es el deseo de ganar la recompensa grande a como dé lugar. Hay un tercer motivo y tal vez el más importante: Los que entregamos todo sentimos que poseemos capacidades extraordinarias, nos sentimos elegidos para encabezar algún movimiento, algún gran cambio... por lo menos interior.  Sabemos por dentro (por lo menos) que la historia que contaremos o que contarán sobre nosotros será una de aventuras.

Nosotros los que no tememos perderlo todo llevamos una lucha constante para la abolición de la rutina y en pro de las sorpresas y las nuevas experiencias. Somos los que defendemos las acciones mundanas porque de ellas está construida la memoria, porque son precisamente ellas las que le dan sentido a nuestra vida.

Somos seres solitarios por naturaleza, por necesidad. Estamos confinados a formar nuestro universo a partir de nosotros mismos como los números primos y sólo los de nuestro tipo nos complementan. Más que un estado -esperado o inesperado-, la soledad está en la médula de lo que somos. Nacemos, morimos y... tal vez amamos en soledad.

Poseemos una sensibilidad para apreciar la belleza casi en cualquier lado y los argumentos pierden importancia, la descripción a veces sobra, aunque buscamos al arte para enfrentar el sufrimiento de existir mediante el ejercicio del esclarecimiento.

Todavía cerramos los ojos para escuchar música y es en ese vacío infinito que tenemos un contacto con la muerte cada día. 

lunes, 12 de diciembre de 2011

No son celos


Para algunos psicólogos, los celos son una empresa patológica, una reacción incorrecta ante situaciones que podrían ser meras construcciones imaginarias. Pero, reconozco que cada vez que pretendo detener el impulso enajenado de observarla, es ahí cuando la locura se desata. Todavía y a pesar de eso, no me considero un verdadero celoso.
El celoso profesional dedica su vida entera a rastrear al personaje causante del desasosiego. Un hombre dolido común sólo regresa esporádicamente a los lugares que ella frecuentaba con la esperanza oculta de volverla a ver. Peor aún, el hombre dolido común fantasea con encontrar a su mujer (o ex mujer) en una situación comprometedora.  Involuntariamente (el celoso y el dolido, en común), desean terminar de canalizar toda su frustración en un torbellino de cólera con un pretexto que pudiera hasta justificar un homicidio.
 Un celoso profesional se escabulle discretamente y hace a los otros preguntas abiertas con respuestas que puedan contener información necesaria para seguir enlazando eslabones.  No acepta a la primera aquello que contradiga a su teoría paranoica, y, además, da por hecho cualquier indicio que la afirme. El celoso forzosamente es creativo, un talento nato para imaginar y asociar hechos. El potencial necesario para construir y desarrollar un cuadro de celos es similar al necesario para controlar una operación espacial. En cambio, el hombre dolido espera, sólo espera. Lo único que tiene a su favor es el autocontrol, pero hasta eso es contraproducente. Mis propios terapeutas han dicho que mi virtud resulta mi defecto. Puedo esperar por siempre.
Los celos del otro son, además, un fruto irresistible. Más aún cuando el que pretende encelar lleva un dolor profundo, un dolor inexplicable, que no ha resuelto ni resolverá hasta devolver el daño.  
Una fiesta en casa. La música tiene el volumen necesario para llevar al trance eufórico, la energía de todos se desdobla, el sonido de las carcajadas provoca en la mayoría una sonrisa. Menos en ella. Ensimismada, busca atención a toda costa. Mi atención. Ser odiado por alguna razón es doloroso, pero mucho peor es ser ignorado, estar presente sin estar. Es una forma anticipada de estar muerto. Hace más de diez meses que terminamos nuestra relación: un cuento entrañable con un final delusorio.  Ahora bebe de prisa demandando atención, ideando la manera perfecta de causar dolor. Según Lacan toda demanda es, en última instancia, una demanda de amor. Su demanda de atención es en sí misma una demanda de amor, un alarido iracundo que busca eso que no puede encontrar en ningún lado. Yo sólo puedo verla desde lejos alejarse más y más. Mientras, trato de buscar en mi lo que quede de amor propio.
El neurótico es alguien que no logra conectarse con su deseo, alguien que no sabe lo que quiere. Me identifico más con el neurótico.
Cuando vuelva a casa lo verá, seguro lo verá.
Por lo menos permanecemos ahí. En un gesto de enredo, como queriendo abarcar toda la extensión de nuestro ser. Estamos ahí, inmóviles, estáticos. En esa foto que nunca me gustó pero que a ella le parecía nuestro mejor retrato. Encerrados en una cuadrícula de madera y detrás de un cristal transparente.
Nada nos separará.









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jueves, 8 de diciembre de 2011

Aaaaaaaaarrrrrrggghhhhh


Se viene un final que contiene en sí muchos finales, que atranca hasta la última cerradura la puerta del armario donde los recuerdos tendrán un silencioso y merecido descanso. Donde, si vuelvo, será rápido a tomar algún objeto necesario para seguir adelante.
A veces quisiera más bien que en lugar de encerrados, esos recuerdos estuvieran enterrados, con una lápida modesta que diga: "Nunca se es el mismo". No sé por qué se me ocurrió ese epitafio, tal vez por que escuché que la materia que nos constituye está en constante renovación y que sólo nos quedan algunos rastros de lo que éramos. Así que, si alguien dice: No puedo creerlo, ¡eres el mismo!, podemos llamarle imbécil.
 El problema es la memoria (y sus recuerdos). Ese conducto por el cual podemos tener regresiones vergonzosas o proyecciones dudosas, es, desafortunadamente, el cimiento sobre el cual está construida nuestra psique. Sin nuestra memoria, hasta la decisión más sencilla sería imposible de tomar, la memoria te da referencia: Es un ancla con la realidad. ¿Por qué, sino por supervivencia, recordamos todo, incluyendo lo malo?
La pregunta incluye una respuesta inmediata y poco satisfactoria cuando a veces tengo la impresión de que lo que recuerdo no tiene sentido recordarlo. Debo decirlo, la mayoría de mis recuerdos sólo viven para atormentarme.  Mañana todo esto se convertirá en recuerdo, y eso es precisamente el motivo del espanto. Así funcionamos, nada nos alegra o nos asusta más que las cosas que, una vez redimensionadas en la memoria, se vuelven recuerdos.
Es algo así como temerle a los zombies, ¿quién no le teme a los zombies? Alguna vez estuvieron vivos: fueron vivos vivientes. Tuvieron conciencia, capacidad de organización y tal vez un auto rápido y uno de esos pinos que se cuelgan del retrovisor. Otros cargaban pistola con la misma constancia con que se cargan las llaves. Pero no, no es hasta que mueren, hasta que son muertos vivientes que salimos corriendo despavoridos.  ¿Qué hacen los recuerdos, si son muertos vivientes, que nos duelen?
Mañana, la universidad y sus recuerdos serán muertos vivientes.




martes, 6 de diciembre de 2011

Postal


A veces no es necesaria una respuesta;
el silencio, tu silencio
que recuerda a una ventana cerrada
conduce a la calma
la contemplación de los labios, vivos
ejerciendo presión entre ellos, jugando a no ser vistos.

De repente, te vuelves conveniente
en ese instante,
y hasta que termine el temblor de mis manos
Por que a veces, sin saberlo,
estamos esperando que algo estalle para abrir los ojos,
para empezar a sentir
y, tengo que admitirlo,
algunas cosas comenzaron a verse mejor inmediatamente.

Nos compartimos lo que duele,
lo que será en un futuro nostalgia
tus miedos forman parte también de los míos
por que nos acostamos a dormir con la memoria
(la peor compañera de cama)
por que evitamos recorrer ciertos rincones
por que queremos creer en cuentos de hadas
´historias de amor´
sin sofocar con una risa el último suspiro

Te pensé más veces de las que consideraría necesarias
incluso más de las que consideraría normales
-abro un paréntesis-
(eso me pasó de niño
cuando lo único que me interesaba eran los dinosaurios
y quería que mi vida estuviera llena de dinosaurios)
            -cierro el paréntesis-

Entre grandes historias nos contamos ésta,
sin telones, diminuta
me quedo los días que te quedan
del micro cuento, mío
y los silencios, oportunos
una buena razón para escribir de nuevo

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