Ayer por la mañana comenzó un día en el que sólo la idea de abandonar la cama se antojaba tentativa de resurrección. La reconstrucción de los hechos fue un ejercicio arriesgado; con los recuerdos que podemos hilar o deshilachar, la sola acción de erigir una historia podía llegar a ser incluso, y sin saberlo, obra de mi inventiva tramposa.
Olvidé decir que el trabajo se complicó más por que pensé que esa podría haber sido la mejor noche de mi vida, en consecuencia, retrotraje toda reminiscencia de fábulas y recuerdos coloreados (algunos fuera del margen), pasé por mi niñez y recordé las tardes oceánicas en las que cabían risas, llanto e imaginación .Hice una lista: me topé con la idea de que los recuerdos más vívidos y más significativos eran en buena parte experiencias negativas.
Para un recuerdo tan bueno y estimulante el lugar que obtuvo fue a secas justo, compitió con algunos logros importantes, miedos vencidos y fama etérea, entre otras remembranzas que tenían en común una verdad que se estampó en mi cara al mismo tiempo que tiré la otra almohada de la cama: todas esas memorias habían sido escritas en solitario, nunca con alguien que a la vez que haya formado parte, haya sido causante y centro neurálgico de la misma. Estoy hablando de una mujer cuyas historias en mi vida han transcurrido entre lo terrenal y lo onírico, una mujer cuya participación en mi formación como cronista de fábulas fatales ha sido determinante.
El otro día dicha mujer en algún tipo de intercambio, alguna transacción de frases inofensivas sin querer soltó aforísticamente (y es mi labor reconstruir) que el amor se ha resignificado con el tiempo pero lo importante será no lo que cambia, si no lo que permanece y se vuelve eterno, y recordaba a Nervo que decía: “El alma es un vaso que sólo se llena con eternidad” la misma droga que podemos usar sin moderarnos, nuestra eternidad nos hace sentir completos.
Seguía recordando y buscando zonas frescas en el colchón cuando ya pasaban de las diez de la mañana. Si nadie te despierta crees que también está dormido, cuando duermes crees que el mundo duerme contigo. Yo ya no dormía, pero mi cama era el mejor lugar para que mi mente recordara, era escondite a la vez que era escaparate, el recuerdo era un terreno libre y fértil y para esa hora ya estaba inquieta la idea de que ella había sido la mejor historia que había tenido.
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Hace 4 años
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